12 pasos para un Envío Misionero Responsable.
1) Preparación espiritual, de carácter y ministerial.
La madurez emocional, espiritual y ministerial es un indicador esencial para saber si la persona tiene lo básico para considerar su posible salida al campo.
Personas con serias deficiencias en su vida personal, de relación y de discipulado causarán muchos problemas y ellos mismos también sufrirán.
No es cuestión de enviar a todo el que tiene interés. Un buen obrero monocultural no necesariamente será un buen obrero transcultural.
2) Atención pastoral de los misioneros.
El tema del cuidado pastoral de los misioneros, hace unos años atrás, no estaba en el centro de la atención como lo está en la actualidad, aunque en realidad siempre constituyó un factor muy significativo.
Los que envían deben tener un medio para proveer el cuidado, atención y apoyo que los misioneros necesitan. Enviar no es solo cuestión de poner personas en el campo. (En realidad eso es lo más común de realizar y lo que más se promociona).
La falta de cuidado se agudiza cuando los recursos económicos se contraen por cualquier razón. Ser responsable significa también velar para que los enviados sigan en el campo o regresen debidamente al país.
3) Énfasis en la capacitación bíblica y misionera.
Este tema se viene tratando desde hace tiempo pero todavía no tiene toda la atención que merece.
Puede que para algunos sea suficiente con tener un llamado porque luego Dios los prepara de manera directa. Para otros la capacitación es tan larga que terminan quedándose, aun cuando debieron salir.
En Argentina (y América Latina como en Brasil, Bolivia, Perú, Costa Rica, para citar algunos ejemplos) existen lugares de capacitación misionera, también hay varios programas de distinta duración.
Sin duda que esto no parece suficiente, menos aún si no se aprovechan. Por otra parte, sigue pendiente la inserción misionológica en los altos centros de formación teológica. Frente a estos desafíos no es posible renunciar a la capacitación.
Esa carencia limitará seriamente la adaptación cultural y el servicio, entre otras muchas cosas. Hay que usar lo que se tiene y mejorarlo pero también puede que haya que comenzar nuevas propuestas.
4) Un Proceso claro de orientación y selección.
No todas las entidades, ni tampoco las iglesias locales, cuentan con un claro proceso de orientación y selección para que la persona interesada conozca los pasos que tiene que dar, requisitos, preparación necesaria y tiempo probable de su salida al campo.
Por lo general hay tantos caminos de salida como líderes tenga una determinada institución. Esto no ayuda, y añade a más confusión.
Es necesario establecer un proceso y mantenerlo dinámico para que sirva a la gente y no se sirva de la gente.
Quien considere salir al campo hará bien en pedir que se le explique claramente el proceso de salida, tiempo de permanencia, regreso al país y temas relacionados.
5) Participación activa de la iglesia local.
Sin la activa participación de la iglesia local, todo proyecto misionero a largo plazo tendrá dificultad de realización.
La iglesia local tiene un rol que no puede ser delegado a nadie más y por lo tanto su compromiso es esencial. Por eso, la visión y compromiso no depende de una sola persona, para que el misionero no quede varado cuando ocurre un “cambio de visión del liderazgo” (ya sea porque ingresa un nuevo pastor, líder o por algo nuevo que los líderes actuales hayan vivido).
Los misioneros que salen sin el apoyo integral de una congregación tienen mayores dificultades una vez que están en el campo y también cuando regresan a su país.
6) Valorización del rol de la entidad misionera.
Un creciente número de iglesias viene tomando más iniciativa para realizar la tarea misionera sin contar con la participación de una entidad misionera.
El hecho de que una iglesia local se comprometa con la obra misionera es algo fundamental y debe estimularse por todos los medios.
Por otra parte, hay que advertir a la iglesia para que no intente cumplir la función de la entidad misionera.
No muchas congregaciones pueden contar con el conocimiento, personal, experiencia y estructura necesaria. Los misioneros así enviados también tienen limitaciones y sufren dificultades en el campo.
7) Administración financiera sólida.
Este es un tema fundamental, ya que va desde la tarea de apoyo que se realiza a favor del misionero hasta la recepción y tratamiento que tienen las ofrendas recibidas por iglesias e individuos, entre otras muchas cosas.
La entidad enviadora debe enviar las ofrendas para los misioneros en el tiempo y de la manera que sea factible al misionero recibirlas. También es recomendable que mantenga informado al misionero de cuánto ha recibido y de quién.
La falta de una administración cuidadosa puede traer muchas frustraciones, dificultades y limitar seriamente el desarrollo de la tarea. Hay que acordar estas cosas (iglesia, entidad, misionero) antes de salir al campo y luego no hacer cambios por cuenta propia sin previa consulta y nuevo acuerdo.
Un criterio sano es que la cuenta de misiones no esté a nombre de una persona sino a nombre de la entidad, que haya varios firmantes de manera conjunta y que la contabilidad esté abierta para ser auditada por alguien que no pertenezca al grupo de liderazgo, familiar o de amistades de los directivos de la entidad. Toda precaución para asegurar la transparencia es necesaria.
8) Previsión para contingencias.
Los responsables del misionero tienen que prever qué hacer en circunstancias inesperadas y de emergencia. Por ese motivo hay que poner especial atención a problemas de salud, costo del pasaje de regreso, embarazo y alumbramiento en el campo, traslado a otro país en caso de desastres naturales, convulsión política o guerra y otros asuntos.
Bien se sabe que es mejor prevenir que lamentar. Aunque por la cantidad de mensajes que se reciben con pedidos de socorro pareciera que puede decirse: “Es preferible ahorrar que luego mendigar”.
En este tema hay que ocuparse de lo que se denomina la reinserción del misionero y el choque transcultural inverso.
9) Estructura misionera bien establecida.
Hay quienes no se sienten cómodos cuando se resalta la necesidad de contar con una estructura establecida para lograr mejor apoyo para la tarea misionera.
Ciertamente es importante tener entusiasmo, voluntad y visión. Es esencial depender de la obra y dirección del Espíritu Santo. También es cierto que hace falta más que las buenas intenciones de quienes se juntan para comenzar una nueva entidad misionera, a veces, hay que decirlo, sin saber todo lo que eso significa.
Cabe la pregunta ¿es necesario abrir una nueva entidad por cada nueva visión o proyecto misionero que surja? De más está afirmar que no es solamente cuestión de comenzar algo, por muy loable que sea, si luego eso no se puede mantener en el tiempo.
Ese buen inicio (y corta duración) sucederá si el proyecto misionero se apoya en una persona, grupo de amigos, circunstancias favorables, búsqueda de protagonismo, aislamiento de todos los demás, etc.
10) Compromiso con el Reino de Dios.
El que sale no debe ir para abrir una filial nacional de su iglesia en otro país, llevando consigo normas, prácticas y estilos que no son adecuados al contexto cultural del campo de misión.
Tampoco puede ir sin reconocer a la iglesia que ya existe en el campo (sin importar el tamaño o el estilo que esa congregación pueda tener). El misionero es siempre un embajador y como tal representa a Jesucristo. Por esa razón procurará que su tarea fortalezca a los creyentes nacionales para que ellos puedan edificar una iglesia completamente enraizada en la Palabra e identificada con su propia cultura.
Ser responsable al enviar es también preparar personas que no busquen su triunfo ministerial sino lo mejor para la obra y la extensión del Reino de Dios.
11) Expectativas realistas.
Puede suceder que quienes envían tienen falsas expectativas acerca de los resultados en el campo de misión.
Esto puede obedecer a varios factores: desconocimiento de la realidad del campo, motivación equivocada para el envío, urgencias y presiones desde la base, desmotivación para seguir apoyando con el paso del tiempo, excesiva carga en ver resultados inmediatos, incomprensión de la complejidad de la cultura receptora, etc.
En tales casos, se necesita recordar que los frutos no se miden solamente por los resultados numéricos de corto plazo (aunque es claro que debemos esperar resultados). Tampoco se mide por la cantidad de misioneros que se envían sino por los que permanecen en el campo y dan frutos.
También por quienes, habiendo regresado al país, tienen una vida personal y familiar sana que les permite llevar adelante un ministerio efectivo.
12) Conclusión
No tenemos que enviar a toda persona que llame a la puerta y diga que tiene una carga para salir al campo misionero. Por lo menos no antes de reflexionar en todo lo que significa enviarlo responsablemente.
De otra manera se puede caer en una imposición de manos ligera. Ligera porque declara una bendición que la persona no está en condiciones de recibir o ligera, porque quienes lo hacen no tienen el compromiso de respaldar de manera perseverante y a largo plazo su envío inicial.
Con el mismo énfasis hay que afirmar que no es cuestión de retrasar indebidamente la salida de los misioneros esperando que ellos tengan tal grado de madurez, preparación y unción que nunca estén listos para ser enviados.
Sin duda Dios tiene lugar para todos en Su propósito redentor. Pero, justamente quienes reúnen todos los requisitos deseables están tan establecidos en el ministerio local que no siempre están dispuestos a salir.
Los que fueron llamados a enviar (la iglesia) no tienen libertad para adelantar, ni tampoco retrasar, el tiempo de salida. Juntos: la iglesia, entidad, el futuro misionero y los que reciban en el campo tienen que asumir las responsabilidades y privilegios de la labor misionera. No nos quedemos lamiendo las heridas de las faltas pasadas, tampoco las sacudamos como si nada hubiera pasado.
Reflexionemos juntos y planifiquemos para que nuestro envío sea más numeroso y responsable que nunca.
Autor: Daniel Bianchi – Director de Conexion Oriental